Perdido sin un faro de amor que me guíe,
transito las frías aguas del destino.
Capitán de todos los corazones,
marinero de todos los ojos, no se ir a la deriva.
Una tormenta impiadosa destruyó mi barco,
una ola de desamor rompió mástiles y velas.
La noche entera pareció posarse sobre mi nave.
La tripulación quedó diezmada.
Cuando la tormenta se fue no quedó nada;
maderas quebradas, corazones sangrantes.
Los labios secos por el agua salada de las lágrimas,
Y el eco de tu nombre zumbando en la inmensidad.Jose, a secas
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